jueves, 3 de septiembre de 2009

Dìa 1


Estaba sentada en la mesa de esa milonga, esperando a mi cliente que se habìa retirado por unos instantes al toilette. De repente siento una mano posarse suave en mi hombro. Me volvi sobre la misma y alcè mi vista para identificar al sujeto. -Hola, bailàs conmigo una pieza?
Era un hombre joven, de unos 30 quizas 32 años, no màs. Bien vestido, de gran porte, tez blanca y cabello castaño claro corto. Sus ojos eran color miel y estaban coronados por unas extensas pestañas, incapaces de pasar desapercibidas. Inmediatamente me neguè, si bien me habìa llamado la atenciòn su apariencia era imposible reparar en ello màs de lo que lo habìa hecho. Estaba trabajando y no podìa desviarme de eso. Insistio, entonces tuve que pedirle que se retirara, mi compañia no tardarìa en volver. Se alejò de la mesa sin apartar la vista de mi persona. Yo disimulè, prendì un cigarrillo y bebì un trago del champagne que tenìa en mi copa.


Alphonse llegò al instante y sonriendome ocupò su silla. Alphonse era un cliente que habìa conocido 6 meses antes, viajaba cada 2, a lo sumo 3 meses a la Argentina desde su Francia natal para manejar sus negocios. Se enamorò del tango de pequeño, cuando su Abuelo ponìa una y otra vez los viejos vinilos de Carlos Gardel. Aùn asì nunca habìa bailado hasta su llegada a Buenos Aires. La primera vez fue en Abril de 2006. Ahì es cuando gracias a unos contactos me conoce a mi.

Cansada de las clases a pequeñas niñas y amas de casas bastantes desesperadas e insìpidas, en una academia barrial de mala muerte por un sueldo mìnimo, habìa colgado mis zapatillas de punta. Yo me habìa matado durante años estudiando danzas, dìas y noches enteras, sin dormir, sin pensar en otra cosa, pasè por todos los ritmos, posturas, profesores, colegios, estudios, mi gran permanencia fue en el Colòn, una època maravillosa de mi vida, formè parte del Ballet Argentino pero un suceso desafortunado que màs adelante les contarè me alejo de ahì para nunca màs volver. Definitavemente yo estaba para otra cosa, al menos asì lo sentìa yo. Y me fui.
El tango me apasionò desde un primer momento, es sensualidad pura. La mujer para poder bailarlo como se debe tiene que ser ligera, y no muy alta, tampoco muy petisa, estatura normal. En eso estaba bien, siempre me mantuve en 52 kilos y mi estatura es 1.70 mts. Decidì entonces perfeccionarme en eso.

Alphonse fue mi octavo cliente como acompañante de salidas a extranjeros. Mi tarea consistìa en acompañarlo a cenar y por supuesto en ir a las milongas. El dinero siempre fue bueno, se cobra por hora con un mìnimo de 3 horas. Muchos acompañantes brindan servicios "extras". A mi nunca me interesò, y aunque màs de uno me solicito el servicio triplicandome la paga, me neguè.

Alphonse tenìa 40 años, tambièn me habìa sugerido ir màs allà de las milongas pero su respuesta ante mi negativa fue diferante al resto. Cuando la mayorìa se ofuscaba y generalmente no volvìan a llamarme. èl acepto mi respuesta y fue sumamente amable y comprensivo. Manteniendo siempre las formas, y sin olvidar la relaciòn acompañante-cliente fue creciendo entre nosotros un cariño especial y una pseudo amistad amena.

Bailamos un rato màs y fue mi turno para el toillete. Mientras bailaba con Alphonse pude percibir la mirada de aquel hombre que se me habìa acercado y que permanecia en un rincòn del salòn clavandome la vista en la nuca. En ningùn momento se le acercò nadie ni se moviò de alli, solo me miraba. Cuando estaba frente al espejo retocandome el maquillaje entrò una de las chicas que trabajaba en el lugar de acomodadora y me preguntò si yo era Sofìa. Me asombrò que supiese mi nombre. Ante mi afirmaciòn me extendio la mano y me entregò una servilleta escrita. Se fue rapidamente. Cuando abrì para leerla decìa: 15-44885696 Solo si atiendo yo, Ignacio. No sè por què pero eso me puso nerviosa. Hice un bollito con la servilleta y lo arroje dentro de mi cartera.


Cuando volvì a la mesa Alphonse me dijo que estaba cansado y preferìa que nos retiraramos. Asì nos fuimos, y el, aquel sujeto misterioso de pestañas largas seguìa allì, mirandome desde el rincòn...


3 comentarios:

  1. Gracias por aparecer, Sofía.
    También yo volveré por aquí.

    Un abrazo.

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  2. Me gusta lo que relatas y el mundo del tango es algo que nunca habia conocido. Besotes y nos leemos...

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Soy Sofia y quiero leer que pensàs...